martes, 19 de julio de 2011

En la muralla, palabras sueltas.

Mientras caminas por el pavimento, mientras cruzas calles marcas tu paso apurado por la vereda, chocas con un sin fin de gente, con un sin fin de carteles, con un sin fin de palabras. Nada te llama la atención, nada te distrae. Vas pronunciando tu desplazamiento y no importa quien te vea, no importa quien te hable. A pesar de tu apuro, te vez hermosa, interrumpes las conversaciones de la gente cuando pasas por su lado. ¿De donde viene tu carisma, de donde viene tu presencia?
Chocas con un par de palabras sueltas en la muralla,”atrápalo y después calla”, dice en negrita, marcada con un plumón a trazo apurado. Atrápalo y después calla. ¿Se referirá al amor, a tu objetivo, al conocimiento? No importa. Sigues avanzando y chocando con la gente, imponiéndote con tu belleza, con tu carisma y tu paso apurado. Abres la puerta, te diriges con tu sonrisa hacia el portero, también sonríe y su mente se calla por un instante. Te metes al ascensor, buscas el número de tu piso, sales del ascensor, caminas por el pasillo, abres tu pequeña oficina, entras y te sientas. Sigues pensando. Atrápalo y calla. Hablas por teléfono, escribes mail, trabajas. Terminas tu día laboral, te vas a tu casa, conversas con tu madre, con tu hijo. Y sigues pensando, que es lo que atrapas, que es lo que callas.